Hay tanta locura y sinrazón en el mundo de hoy de la que se podría hablar, que no sé por dónde empezar. El espanto no tiene límites, más allá del horror e impotencia que me producen (como a casi toda persona razonable y pacífica) los magnicidios como el de Benazir Bhutto, los crímenes terroristas al igual que los crímenes perpetrados desde el Estado, la negación del derecho a la libertad en cualquiera de sus variantes, por no hablar de las guerras (hoy llamadas
conflictos armados para suavizar lo que implica la palabra
guerra). Porque hay crueldad que viene disfrazada con piel de cordero.
Y es que leo en el diario
El Mercurio Digital una noticia con la que se me revuelven las entrañas, y no precisamente por cómo la plantea el periódico. Y dice así: "
China prevé aumentar el empleo de la inyección letal para la ejecución de condenados a muerte, considerándola un "procedimiento más humano" que el tiro de pistola en la nuca". Es inaudito. No tengo palabras suficientes con las que expresar la podredumbre
humana que implica esa justificación horrible de los asesinatos por parte del Gobierno de la República
Popular (?!!) China.
Y ahí estamos todos los miembros del resto de la comunidad internacional sonriendo ante ese
maravilloso gesto humano, cerrando acuerdos comerciales y nucleares con la cúpula dirigente china y comprando sus productos sin parar. Deberíamos denunciar y boicotear a ese país, a ese gobierno, aunque no a los ciudadanos que llegan a nuestras ciudades desde China porque sin duda muchos huyen de la represión, además de la miseria.
Y lo mismo que digo de China, lo digo de todos esos estados que aplican la pena de muerte y/o la impunidad del poder. Mal día el de hoy.
Aunque pudiera vislumbrarse un atisbo de luz más allá, que para mi sorpresa proviene de EE.UU. y lo leo en
El País: "
El Tribunal Supremo de EE UU empezó a analizar ayer si la inyección letal es demasiado cruel y debe ser ilegalizada". Un rayo de esperanza para iluminar el día. Pero dejando a un lado la ingenuidad, porque no se valora la abolición de la pena de muerte en sí, sino del método más usado en los Estados Unidos para aplicarla. Día gris al fin y al cabo.