17 de agosto de 2006

Poesía

Los pescadores en la Barceloneta. Mi fotoAlguien me preguntó un día si me gustaba la poesía. Yo dije sí. Pero un sí a medias, porque no me considero una entendida ni una gran lectora de ese género. Quizás porque es más difícil acceder a él, quizás porque nunca nadie me llevó de la mano por esos parajes literarios -al margen de los que aprendimos en el colegio-, o quizás porque nunca tuve esa inquietud ya que siempre me tiró más la prosa poética o los poemas sin rima o qué sé yo.

Tras mi respuesta a aquella pregunta -que vino a ser algo más o menos como lo que acabo de escribir- ese mismo alguien me pidió un día que escribiera un poema, mi primer poema no infantil. Creí que iba a ser algo muy difícil para mí: puede que por esa razón, porque la buena poesía me parece algo inalcanzable a mi creación, nunca le dediqué mayor tiempo ni esfuerzo. Me inspiraba y me sigue inspirando mucho respeto.

Pero para mi sopresa, escribí algo coherente con cierta rapidez que, además, gustó en su ritmo a ese alguien. Lo cual me da ánimos para adentrarme en ese mundo y para reproducir aquí esos mis primeros, tímidos y humildes pasos poéticos, alejados de la prosa y con estructura de versos. Ah! Y acompañan a esta foto que hice en uno de los muelles de la Barceloneta.
Ese poema lo dedico hoy a los que tienen el valor y el arte de crear verdadera poesía. Pero estos versitos siguen dedicados en especial a quien lo estuvieron desde el principio.

Cae la tarde
Los pescadores se transforman en sombras
que pueblan el puerto.
Son siluetas que dominan el atardecer y se
adueñan de la línea de la costa.
El sol se diluye en el agua del mar y una
gaviota cruza el cielo rumbo al sur.

11 de agosto de 2006

Una pequeña historia de Supertramp

Mi mamá siempre me decía que las cosas que no eran mías no debía tocarlas. Yo obedecí sin rechistar durante mucho tiempo, hasta que fui a Madrid unas Navidades, a casa de mis tíos. Solíamos ir de visita desde Barcelona en esas fechas, y eran ellos quienes nos visitaban a nosotros en verano: seguramente porque era mejor que los niños -mi hermana y yo y nuestras dos primas y un primito- aprovecháramos la playa en las largas vacaciones escolares.

Así que durante los primeros días de las fiestas de Navidad, subíamos al coche y recorríamos los 600 km que nos separaban de la capital. Luego regresábamos a casa durante el día de Año Nuevo, cuando todavía quedaba la ilusión del día de Reyes antes de volver al colegio. Aún hoy recuerdo todas aquellas Navidades de forma muy intensa, como vivencias especiales e inolvidables en las que descubría una nueva ciudad y me divertía las 24 horas del día.

Pues bien, durante las últimas Navidades que pasamos en Madrid, mi gusto por la música ya se había ido perfilando, gracias a mi interés pero también a mi hermana y a mi prima, ambas casi tres años mayores que yo y que por aquel entonces vivían la efervescencia de sus 15 años. Habíamos pasado de ser incondicionales de Bonney M (el primer grupo del que recuerdo fui fan total a los 6 años de edad) a dedicar todos nuestros afanes a Spandau Ballet y Duran Duran. En realidad nos moríamos por toda la música pop que llegaba desde Gran Bretaña por lo que, en seguida, nuestro altar musical fue sumando bandas como The Police y Sting, The Alan Parsons Project, Alphaville, The Culture Club, Paul Young, Dire Straits, David Bowie, Genesis y Peter Gabriel y Simple Minds. U2 llegaron un poco más tarde junto con el gran descubrimiento que supusieron unos chicos llamados The Beatles. Nunca nos rendimos a modas del momento tipo C.C. Catch, Modern Talking o similares.

Así que entre británicos andaba el juego, por lo que obviamente llegamos a la fase Supertramp. Y en ella andábamos, introducidos por Vicky, nuestra amiga-prima, cuando fuimos de visita a Madrid aquellas Navidades. Una tarde, mi tía decidió que había que ir a comprar comida y otras cosas al hipermercado más próximo, es decir al de la Avenida O'Donnell. Allí estábamos las cuatro primas, acompañando en la excursión al súper, cuando recaímos en la sección de discos y cintas cassette (los cds no llegaron hasta años más tarde). Fue entonces cuando vimos el disco "Breakfast in America" de Supertramp y los ojos de una de nosotras brillaron. Mientras formulaba el plan a las otras tres, sacaba de su funda el vinilo (acetato) y lo introducía debajo de su grueso abrigo invernal. Otra del grupo doblaba la funda de cartón y hacía lo propio. Las dos más jóvenes mirábamos con cara de asombro, reíamos nerviosamente y todas corrimos al lado de mi tía, que nos llamaba porque ya era hora de irse.

Fuimos tan felices al llegar a casa y colocar el disco en el tocadiscos, que el susto de lo que acabábamos de hacer se nos pasó instantáneamente. El original de Supertramp se quedó en Madrid y mi hermana y yo lo copiamos en una cinta que luego oiríamos mil y una veces. Creo que ninguna de nosotras nunca más volvió a hablar del tema pero sé que las cuatro recordamos perfectamente aquello. Es una de esas historias románticas que un buen día vuelven desde allí donde estaban dormidas. La sesión de música de Miniteca (www.miniteca.org) del 15 de julio en Bogotá despertó esa historia para mí.

4 de agosto de 2006

¿Estamos todos locos o qué?

La Naturaleza a veces decide que es hora de desmelenarse y nos deja sentir las consecuencias de ese vendaval en forma de desastre natural tipo inundación, erupción volcánica, huracán, terremoto o tsunami,por poner algún ejemplo. En esta zona del mundo suele manifestarse en "modo ausente", es decir, la fenomenología atmosférica variada brilla por su ausencia y trae consigo una sequía pertinaz que va desertificando lo que antes eran verdes valles. Una auténtica pena además de un desastre natural progresivo, dificilmente reparable.

Pero bueno, contra las fuerzas de la Naturaleza el hombre, vil insecto en el Universo, poco o nada puede hacer a posteriori. Sólo queda estirarse de los pelos, darse cabezazos contra la pared y lamentarse, y a veces reparar los daños en la medida de las posibilidades. La cuestión, como en la mayoría de los conflictos, crisis, etc, es incidir en los a priori y trabajar pensando a largo plazo. Ahí radica la dificultad, porque eso requiere muchísima más organización, coordinación, interés, y como los humanos también tenemos otro defecto fatal, la conocida "Ley del mínimo esfuerzo", pues nos quedamos trabajando a corto plazo. Resultado, provocamos errores/desastres también a corto plazo con miles de consecuencias a largo plazo que ni si quiera hemos sido capaces de imaginar. Un horror, vamos.

Para colmo de males, no tenemos suficiente con provocar daños irreparables en el planeta que nos acoge -¡oh, pobre ingenuo!- si no que hemos decidido que mejor será matarnos entre nosotros cuanto antes y de la forma más sangrienta posible. Así, cuando hayamos destruido la Tierra no habrá a penas nadie que sea testigo del desastre. Sencillamente brillante, ¿verdad?

Pues con la misma sencillez opino que estamos todos locos de atar y que no sé si mejor sería que un meteorito de esos perdidos del espacio decidiera darse una vuelta por la órbita terrestre y arrasara la zona, en plan castigo divino. Sería un escarmiento de la leche, pero lo malo es que no lo sería para nadie, porque estaríamos todos en la dimensión desconocida. Con lo que el método meteorito asesino tampoco sirve.

Así que, digo yo, ¿qué tal si dejamos ya de odiar a nuestro vecino, que suficiente tiene con intentar sobrevivir y existir en un mundo como éste, igual que nosotros? ¿Qué tal si vivimos nuestra vida pensando en las consecuencias que tienen nuestras acciones en el resto de personas y en la Naturaleza? ¿Qué tal si dejamos ya de intentar acaparar y acaparar cosas que de nada nos van a servir cuando el barquero nos haga cruzar el río?

Asesinos del mundo, seáis miembros de un ejército o no, que sea estatal o no, reconocido por muchos o no, váis a acabar muriendo a manos de otro muy semejante a vosotros y no habréis conseguido nada más que matar y morir. ¿Qué tal opción os parece vivir y dejar vivir? Yo pienso que es la mejor. De una lógica aplastante. Creo que se llama sentido común, aunque al final resulta no ser tan común.