11 de agosto de 2006

Una pequeña historia de Supertramp

Mi mamá siempre me decía que las cosas que no eran mías no debía tocarlas. Yo obedecí sin rechistar durante mucho tiempo, hasta que fui a Madrid unas Navidades, a casa de mis tíos. Solíamos ir de visita desde Barcelona en esas fechas, y eran ellos quienes nos visitaban a nosotros en verano: seguramente porque era mejor que los niños -mi hermana y yo y nuestras dos primas y un primito- aprovecháramos la playa en las largas vacaciones escolares.

Así que durante los primeros días de las fiestas de Navidad, subíamos al coche y recorríamos los 600 km que nos separaban de la capital. Luego regresábamos a casa durante el día de Año Nuevo, cuando todavía quedaba la ilusión del día de Reyes antes de volver al colegio. Aún hoy recuerdo todas aquellas Navidades de forma muy intensa, como vivencias especiales e inolvidables en las que descubría una nueva ciudad y me divertía las 24 horas del día.

Pues bien, durante las últimas Navidades que pasamos en Madrid, mi gusto por la música ya se había ido perfilando, gracias a mi interés pero también a mi hermana y a mi prima, ambas casi tres años mayores que yo y que por aquel entonces vivían la efervescencia de sus 15 años. Habíamos pasado de ser incondicionales de Bonney M (el primer grupo del que recuerdo fui fan total a los 6 años de edad) a dedicar todos nuestros afanes a Spandau Ballet y Duran Duran. En realidad nos moríamos por toda la música pop que llegaba desde Gran Bretaña por lo que, en seguida, nuestro altar musical fue sumando bandas como The Police y Sting, The Alan Parsons Project, Alphaville, The Culture Club, Paul Young, Dire Straits, David Bowie, Genesis y Peter Gabriel y Simple Minds. U2 llegaron un poco más tarde junto con el gran descubrimiento que supusieron unos chicos llamados The Beatles. Nunca nos rendimos a modas del momento tipo C.C. Catch, Modern Talking o similares.

Así que entre británicos andaba el juego, por lo que obviamente llegamos a la fase Supertramp. Y en ella andábamos, introducidos por Vicky, nuestra amiga-prima, cuando fuimos de visita a Madrid aquellas Navidades. Una tarde, mi tía decidió que había que ir a comprar comida y otras cosas al hipermercado más próximo, es decir al de la Avenida O'Donnell. Allí estábamos las cuatro primas, acompañando en la excursión al súper, cuando recaímos en la sección de discos y cintas cassette (los cds no llegaron hasta años más tarde). Fue entonces cuando vimos el disco "Breakfast in America" de Supertramp y los ojos de una de nosotras brillaron. Mientras formulaba el plan a las otras tres, sacaba de su funda el vinilo (acetato) y lo introducía debajo de su grueso abrigo invernal. Otra del grupo doblaba la funda de cartón y hacía lo propio. Las dos más jóvenes mirábamos con cara de asombro, reíamos nerviosamente y todas corrimos al lado de mi tía, que nos llamaba porque ya era hora de irse.

Fuimos tan felices al llegar a casa y colocar el disco en el tocadiscos, que el susto de lo que acabábamos de hacer se nos pasó instantáneamente. El original de Supertramp se quedó en Madrid y mi hermana y yo lo copiamos en una cinta que luego oiríamos mil y una veces. Creo que ninguna de nosotras nunca más volvió a hablar del tema pero sé que las cuatro recordamos perfectamente aquello. Es una de esas historias románticas que un buen día vuelven desde allí donde estaban dormidas. La sesión de música de Miniteca (www.miniteca.org) del 15 de julio en Bogotá despertó esa historia para mí.

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