Mientras Joe volvía a increpar sutilmente a la chica, ella no dudó en contestar amenazante:
-¡Atrás! No des ni un paso más. Ni lo sueñes. Ni se te ocurra pensar siquiera que vas a convencerme de nuevo. Esta vez no, Joe.
Tras la breve luz blanca, el ruido seco del proyectil expulsado por el cañón del arma rebotaba en las paredes del callejón nocturno. Un segundo después, Joe se desplomaba hasta caer en un mar rojo. Sólo quedaba el viento que alejaba de allí una estela dulzona de Chanel nº 5.

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