Ésta es una historia más que presencié en el metro. Por si alguno no ha reparado en el alto potencial sociológico y antropológico que aporta el tren subterráneo, aquí va otra delicatessen recogida al vuelo a penas hace unos días.
Tres chicas, menos de 17 años segurísimo, yo diría que no pasaban de los 15. Ellas y yo compartíamos uno de esos grupos de asientos de cuatro, situados dos frente a dos. Yo acababa de sentarme para un breve recorrido de tres paradas. Pero enseguida me di cuenta que iba a ser intenso y nada despreciable para una vista y un oído despiertos y curiosos -que no chismosos- como los míos.
Ellas eran las típicas adolescentes presumidas, joviales y despreocupadas, efervescentes. Hablaban animadamente en ese tono de voz tan típico de la pubertad: como a oleadas, risa va, gritito viene, sorpresa permanente, no importa el lugar. Y nada más acomodarme en mi asiento, integrándome discretamente en su pequeño círculo, era inevitable que escuchara su conversación, que ante todo eran confesiones, confidencias, una tras otra.
Hablaban de sexo, más concretamente de su primera vez. El adormecimiento que me ataca nada más entrar en un vagón de metro se esfumó y pasé a conocer sus respectivas primeras veces. Sinceramente me abrumó su naturalidad, el modo en como explicaban sin complejos ni reparos cómo se habían sentido en su pérdida de la virginidad. Me divirtió cómo una de las chicas confesó haberse aburrido, sin sentir mayor cosa, quizás porque "estaba borracha", dijo.
Pero sobre todo me emocionó el romanticismo de las tres, a pesar de lo paradógico del asunto, pues ya digo que no superaban los 16 -tirando alto- y ya no eran vírgenes. En mis tiempos (y ahora parezco la abuelita de la película), y en mi entorno lo raro era eso, que una quinceañera ya hubiera cruzado la línea del sexo hasta el final. Más increíble aún era admitirlo y todavía más difícil, hacerlo en público y a grito 'pelao'.
Por eso digo que me encantó su visión romántica del tema, porque ellas querían que esa primera vez fuera especial, con alguien al que quisieran y tal. Vamos, cuento de hadas picantón. Pues mola.
Total, que empezando en el sexo a los 15 pero con la conciencia que exhibían -sí hombre, lo de "póntelo, pónselo"- les queda mucho tiempo para descubrir y mucho por disfrutar. ¡Salud!
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