Editorial para En Positivo, 07/07/09
Fundamental, según explica el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, significa: “que sirve de fundamento o es lo principal en algo”. Y este significado en sí mismo no tiene porqué desembocar en las oleadas de violencia a las que estamos asistiendo hoy en todo el mundo, que esgrimen fundamentalismos ideológicos de origen político o religioso como argumento devastador.
Las redes sociales del ciberespacio hoy han conseguido provocar a los poderes más oscuros antidemocráticos y contrarios a los Derechos Humanos, como en el caso de Irán con su ‘marea verde’ de protestas tras las últimas elecciones presidenciales. En Honduras, el Golpe de Estado de los militares y Micheletti aún hoy ha logrado evitar incluso en internet la fuerza del pueblo soberano. Pero en la realidad ‘analógica’, las manifestaciones a favor de la democracia y Zelaya no dejan de gritar sus razones contra estos fundamentalismos golpistas característicos de otros tiempos.
Irán sufre. Honduras sufre. China sufre. Israel y Palestina sufren. Las minorías sufren y desaparece la cultura y la diversidad. El mundo sufre cuando se radicalizan las partes, cuando no se atiende a razones, cuando el poder de la fuerza y del dinero se convierten en la máxima y se olvidan el diálogo y el consenso como objetivos de conciliación y de sostenibilidad de la vida.
Se trata, pues, de revertir la interpretación actual del término fundamentalismo y de las consecuencias que provoca en el mundo y restituirle su verdadero sentido, para que lo fundamental vuelva a ser la paz y el entendimiento entre las personas.
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