21 de marzo de 2007

Sí, no, sí, no... no

Somos como meras sombras en la cadena de producción global...
Esto no va de amor. Ni de deshojar la margarita pensando en si me quiere o no me quiere o me deja de querer. Esto va de la vida real, de ser o no ser considerado apto. Pero ¿quién decide que uno es o no es válido? ¿Y en base a qué criterios? Y es que si nos paramos a pensarlo, ¿qué validez tienen esos criterios? ¿Y por qué alguien que ni siquiera hemos visto en nuestra vida tiene el poder de decidir sobre nuestro futuro? Demasiado complicado y mucho menos justo, pero, desgraciadamente, es una situación tan habitual como el levantarse por las mañananas.
Estamos en una sociedad que se mueve en términos de productividad por lo que, alguien que se encuentre en el periodo de su vida considerado como productivo y no produzca -es decir, que no tenga un trabajo socialmente aceptado como normal o respetable-, lo tiene muy mal. Tanto tienes tanto vales. Tanto ganas tanto vales. Menuda mierda.
Lamentablemente es así. Por eso, toda una generación de jóvenes mileuristas -"que se pueden sentir afortunados por trabajar", otro argumento de mierda- desde el princio navega sin rumbo fijo en el mundo y, lo que es mucho peor, empieza a naufragar en masa antes de zarpar. Toda una generación de Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados cae en las garras de la depresión por no encontrar sentido a su vidas. Pero la verdad es que en una sociedad concebida en función de semejantes parámetros deshumanizados es imposible encontrar sentido a otra existencia que no sea la de meros autómatas productores de dinero o bienes tangibles y cuantificables.
Tú vales, tú no vales, sí, no. Tú no. Entonces yo decido salirme de esa cadena de montaje.

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