28 de marzo de 2007

Ver una peli... en el metro

Un viaje en metro puede ser toda una aventuraVoy en metro. Y mientras leo el divertidísimo libro del neoyorquino David Sedaris, "Mi vida en Rose" (más que recomendado por su gran sentido del humor, pues ante todo se ríe de su vida y de sí mismo), el tipo que se sienta a mi lado, tiene en sus manos uno de esos cacharritos Playstation que sirven para jugar a mil historias.
El tipo es bastante voluminoso y me obliga a sentarme un poco apretada en mi restante porción de asiento. Sigo leyendo.
Estoy medio dormida todavía, porque voy rumbo a la oficina por la mañana, y al principio no acabo de darme cuenta de lo que sucede a mi derecha. Pasados más de 10 minutos, interrumpo brevemente mi lectura ante la incomodidad a la que me somete el tipo y le miro de reojo. Pero si ¡¡ESTÁ VIENDO UNA PELI!! ¡¡EN EL METRO!! Debo vivir en otro planeta porque todavía no había visto a nadie tan cinéfilo como para ver cine en el metro... (esto, obviamente es irónico porque el individuo en cuestión estaba abstraído por "El Rey Escorpión", y cada uno que saque sus conclusiones).
Sé que existen DVD players portátiles y múltiples variedades de reproductores audiovisuales a modo de walkman. Pero, la verdad, me parece que "disfrutar" del cine de ese modo es disfrutarlo bien poco. Más allá de la calidad de la peli que se esté viendo, of course.
En fin, que de repente, en el momento en que fui consciente y vi la situación desde fuera, me pareció que ya estábamos en otra era. Y aparecí yo vestida como de la Edad Media leyendo un libro y el tipo de "El Rey Escorpión" vestido de blanco a lo "2001. Una odisea del espacio".
Y entonces me dio una especie de ataque de melancolía y pensé que este mundo acababa de perder para mí un pizca más de romanticismo. Quizás no es así, pero creo que una película, por más dudosa que sea su calidad, no se puede asesinar viéndola en una pantalla de poco más de 2,5 pulgadas y en medio de interrupciones tales como las producidas por la megafonía tipo "Próxima parada: Sants-Estació". Y fragmentada en capítulos de 10 minutos (o lo que pueda durar un trayecto en metro), que echan por la borda todo el ritmo de la historia. El cine no se merece eso.
La segunda parte de mi ataque melancólico vino dada al pensar que sólo nos faltaba esto para acabarnos de alienar por completo del mundo y de las personas que nos rodean, aunque sea cuando viajamos en metro. Y es que uno de los mayores atractivos que le encuentro al hecho de ir en metro es precisamente ése, sumergirme en el enjambre de personas que componen la ciudad y observarlas, sintiendo que también yo soy observada en la misma medida.
Como cuando leo el periódico que lleva la persona de al lado y veo que eso le incomoda y me cierra un poco la página para no dejarme leer más. Me encanta ir en metro -a pesar de los apretujones-, disfrutando de la variedad de quienes pueblan el tren subterráneo. Muchos disfrutan como yo del propio viaje.

27 de marzo de 2007

O todo o nada... o las migajas... mejor unas buenas migas

Atácale al menú de vida que te parezca más rico, pero cuidadito con atragantarse casi antes de empezar
Cuando oigo que alguien dice "Yo me como la vida ¡a bocados!", a mí lo que me da el sujeto no es otra cosa sino miedo. Y eso que cuando alguien dice semejante frase se supone que se trata de un personaje lleno de vitalidad que no espera a que la vida le sorprenda sino que se lanza a buscar las propias sorpresas. Por eso se sobreentiende que es un ser digno de admiración por su vitalidad e iniciativa.
Repito, a mí un escalofrío me recorre la espalda y no puedo más que pensar en una especie de cavernícola dispuesto a desgarrar a dentelladas un botín que, tranquilamente, podría ir saboreando sin prisa pero sin pausa.
¡Que te vas a atragantar! ¡Que no ves ni lo que te comes! ¡A ver si te van a dar gato por liebre!
Mejor piénsate bien que menú vas a elegir y acábatelo enterito, porque creo que así la vida sabe mucho mejor.

22 de marzo de 2007

Frío

El olor a sal se enfría y las tumbonas se quedan solas, aparcadas, a un lado, en la arena
Cuando el olor a sal se enfría y las tumbonas se quedan solas, aparcadas, a un lado, en la arena, sabemos que el verano toca a su fin.
Empieza a hacer frío.
Atrás quedan las risas infantiles que esquivan la espuma de las olas del mar. Allá quedan el olor a bronceador y el sabroso aroma a pescadito frito. En la tarde de agosto quedan los ojos entrecerrados por los que se cuela un caliente rayo de sol.
Está refrescando.
Y llega el frío. Y el gris lo invade todo. Se apaga la luz.
Pero cuando el negro profundo se vuelve anaranjado otra vez, se huele la luz. Se huele la fresca calidez que traen las golondrinas y, tras ellas, las mariposas. Y de nuevo regresa el brillo de los días que te arraigan a la vida, días intensos, días suculentos, días exuberantes que rebosan energía.
A pesar del frío que se resiste a ser desterrado, hoy he empezado a oler de nuevo la llegada de esa vida.

21 de marzo de 2007

Sí, no, sí, no... no

Somos como meras sombras en la cadena de producción global...
Esto no va de amor. Ni de deshojar la margarita pensando en si me quiere o no me quiere o me deja de querer. Esto va de la vida real, de ser o no ser considerado apto. Pero ¿quién decide que uno es o no es válido? ¿Y en base a qué criterios? Y es que si nos paramos a pensarlo, ¿qué validez tienen esos criterios? ¿Y por qué alguien que ni siquiera hemos visto en nuestra vida tiene el poder de decidir sobre nuestro futuro? Demasiado complicado y mucho menos justo, pero, desgraciadamente, es una situación tan habitual como el levantarse por las mañananas.
Estamos en una sociedad que se mueve en términos de productividad por lo que, alguien que se encuentre en el periodo de su vida considerado como productivo y no produzca -es decir, que no tenga un trabajo socialmente aceptado como normal o respetable-, lo tiene muy mal. Tanto tienes tanto vales. Tanto ganas tanto vales. Menuda mierda.
Lamentablemente es así. Por eso, toda una generación de jóvenes mileuristas -"que se pueden sentir afortunados por trabajar", otro argumento de mierda- desde el princio navega sin rumbo fijo en el mundo y, lo que es mucho peor, empieza a naufragar en masa antes de zarpar. Toda una generación de Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados cae en las garras de la depresión por no encontrar sentido a su vidas. Pero la verdad es que en una sociedad concebida en función de semejantes parámetros deshumanizados es imposible encontrar sentido a otra existencia que no sea la de meros autómatas productores de dinero o bienes tangibles y cuantificables.
Tú vales, tú no vales, sí, no. Tú no. Entonces yo decido salirme de esa cadena de montaje.

19 de marzo de 2007

Los cumpleaños son raros

En el día de mi cumple me gusta sentirme anónima, como cuando uno viaja en el metro Pues eso, que los cumpleaños se me hacen cada vez más raros. Y la mayoría de veces uno celebra más por "aplastante petición popular" que por las propias ganas. Aunque lo mejor de todo es que una vez inmerso en la celebración, pues no se pasa tan mal, la verdad.
Debe ser cosa de la timidez, digo yo. Pero es que odio tener que poner cara de "sí, hoy es mi día y me lo voy a pasar mejor que nunca", si lo que tengo ganas de hacer es quedarme en casa mirando al infinito o comiendo patatas chips.
Ya sabemos lo que toca: sonrisa por aquí, besito en la mejilla por allí, un "qué bien estás para la edad que tienes, hija" al que respondo sinceramente agradecida, que sí que sí. Las cosas de la cortesía, que a mí me encanta hacer para los cumpleaños del resto del universo, pero no para el mío. Metería la cabeza debajo de la tierra como un avestruz.
Como digo, yo soy de las que hacen las fotos, no de las que gustan de salir en ellas: me muero de vergüenza y además acabo haciendo cualquier mueca fatal, a no ser que no me dé cuenta de que estoy siendo fotografiada.
En fin, que soy la mejor anfitriona de las fiestas de otros y un horror con las mías propias, por eso prefiero no celebrar mis cumpleaños cuando se supone que debo hacerlo y quizás, un mes después se me ocurra hacer algo menos formal.
Así que muchas felicidades a todos los que hoy celebran el día de su no-cumpleaños, como pienso hacer yo a partir de ahora.