28 de abril de 2007

Mis vecinas las gaviotas

Cuando giro la esquina, llegando a casa, las gaviotas me dan la bienvenida a la entrada de mi calle con sus risas, que resuenan en el silencio de la noche. Ahora ríe una, la segunda le responde con otra carcajada y la tercera les replica, medio en serio medio en broma, que quien manda es ella.
Yo las veo sobrevolar el cielo del centro de mi calle y, de vez en cuando, pasar a toda velocidad en vuelo rasante a la altura de los balcones y las azoteas más altas.
Sé que las gaviotas no tienen fama de ser precisamente los animales más simpáticos del mundo, pero se puede llegar a confiar en mis tres vecinas, te lo aseguro. Al despertar, con los primeros rayos de sol que iluminan mi balcón, ya puedo sentir que las gaviotas llevan mucha mañana a cuestas. Han recorrido una y mil veces los tejados del barrio, se han paseado por las casas de cerca del parque y ya han ido a desayunar a la playa.
Son las reinas de la orilla del mar en esa hora en la que los niños ni siquiera han plantado sus cubos, palas y rastrillos en la arena. Luego, con el comienzo de la actividad en el mercado, toman posiciones a ambos flancos de la plaza, y se aseguran de que el resto del día no pasarán hambre.
Con el calor de la tarde, mis vecinas las tres gaviotas descansan en lo alto del edificio de enfrente y su conversación más relajada mece mi sueño, al sol.
Cada vez que las oigo pienso que un día les explicaré quién soy, dónde vivo y por qué parezco ser la única que las escucha. Aunque no las entienda.

13 de abril de 2007

Escribir para ordenar las propias ideas

Tan improvisado y espontáneo como esta fotoA veces no sé muy bien de qué hablar, qué contar o de qué escribir en estos post, pero lo que sí sé es que me apetece escribir, hablar o contar algo. Se trata de momentos como ahora mismo, en que hago click sobre el botón de "New post" sin saber a ciencia cierta qué voy a teclear luego en la caja de texto.
Pero tecleo, sí, casi por inercia, como hacían algunos poetas surrealistas con sus piezas de escritura automática -salvando las distancias ¡por supuesto! Porque no pretendo compararme, ¡ni muchísimo menos!, con ninguno de esos genios.
En fin, que mis manos escriben y escriben y mi mente se queda a penas en blanco para dictar frases inconscientemente.
A ver, que no es un proceso de posesión escritora-artística en la que un rayo de inspiración me atraviesa la mente y me ilumina. Es algo así más relajado, un momento en el que te dejas llevar y escribes un poco a la misma velocidad a la que estás pensando y, por lo tanto, escribes eso que estás pensando tal cual.
Si luego decides revisarlo para darle un poco de lustre, pues bueno, a veces suprimes un párrafo que otro, cambias de orden palabras y frases y substituyes expresiones para suavizarlas -aunque mejor sería si se quedaran como al principio porque finalmente resultarían más frescas, más directas, más de verdad. Pero bueno, el censor interno que todos llevamos dentro está ahí mal que nos pese. Ya se irá yendo y callando con los años, seguro.
Y finalmente obtienes esto, un post, o cualquier otro escrito que realmente es un producto de tus obsesiones, refleja cuáles son tus preocupaciones o tus intereses del momento. O, simplemente, te sirve para que alguien que está no sabes dónde, al leerte piense que también se siente así y que tantas veces ha pensado lo mismo que quizás debería escribir sobre ello desde su punto de vista y compartirlo.

11 de abril de 2007

¡Aire!

Cuando El Cabrero canta fandangos de Huelva, a veces dice con esa gracia innata "¡Aire!", a lo que su fiel guitarrista Sousa responde con una improvisación que da vuelo definitivo a la canción. Me encanta y estos días su voz, su música y su aire han puesto banda sonora a una ruta por tierras gaditanas que me ha dejado como nueva.
Salir de las propias obsesiones y ventilar la mente con lugares, gentes, sabores, olores y acentos nuevos es lo mejor que a uno le pueda pasar, o por lo menos eso pienso yo y así lo siento. Es el encanto de los viajes y el poder regenerador que ejercen sobre el espíritu es tan importante para mí que, incluso, me parece como si mi mente, de repente, se expandiera físicamente nada más emprender la marcha. ¡Hasta creo que casi levito cuando salgo de viaje!
Por corto que sea o cercano el destino, salgo de las sombras para descubrir la luz.

3 de abril de 2007

Unas risas

La ironía es su armaHay escritores que son simplemente geniales. Y con David Sedaris no puedo parar de reír.
De acuerdo que cada vez me cuesta menos reirme en voz alta mientras leo en el metro (y pensarás: "qué pesada, ésta, con lo de leer en el metro". Pues sí, es lo más emocionante que me está sucediendo últimamente, y con eso queda dicho todo). De acuerdo que desde que rompí el hielo con "Sin noticias de Gurb", de Eduardo Mendoza, y me desternillaba en los ferrocatas de camino a la Autónoma, nada ha vuelto a ser igual: mis viajes en bus, metro, tren, avión o lo que se tercie son infinitamente más divertidos (siempre que esté leyendo algo divertido, obviamente), porque me río a carcajada limpia sin pudor alguno.
Es posible que todos mis compañeros anónimos de trayecto en transporte público piensen que estoy medio lela o que me importa un pito lo que ellos puedan pensar de mí por reírme sola. En este último caso tienen razón porque es así, me da igual si creen que estoy pa'llá o pa'cá. ¡Qué liberación!
Lo mejor es que, muchos otros de esos compañeros se estarán muriendo de la envidia de lo bien que me lo paso con mi querido libro (sí, sí, todavía es el mismo del post anterior: "Mi vida en Rose". ¿Qué quieres? Soy una lectora que se toma su tiempo con cada libro). Y otros de esos colegas de viaje de lo que se morirán es de intriga por saber qué es lo que provoca la risa. Pero nunca nadie me ha preguntado directamente: ahora que lo pienso, eso sería todavía más gracioso.
La verdad es que sienta de maravilla pegarse unas risas sin miedo al ridículo en medio de gente tan desconocida para mí como yo para ellos. Yo de ti lo probaba. A veces, hasta me duele la cara de tanto reírme.