Más de 12.000 personas muertas, 10.000 sepultadas bajo los escombros y millones en riesgo son el balance del fuerte seísmo que ayer se produjo en China, que tuvo nada menos que 1.800 réplicas del primer temblor. Así que toda esa cantidad de gente ha perdido su hogar, cuando no la vida o a seres queridos.
Si les sumamos los miles (se calcula que unos 100.000) que también se han quedado sin casa como consecuencia de los efectos devastadores del ciclón Nargis, en Myanmar (o Birmania), los acontecimientos de las dos catástrofes de la última semana que han tenido como escenario Asia adquieren proporciones desastrosas.
Y no hay posibles valoraciones contradictorias, porque en todo este horror, consecuencia de desastres naturales, la mano del hombre es sin duda la causa original. O si no fuera tan evidente, sí que la actuación del hombre sobre el medio ha tenido mucho que ver.
Por no hablar de la gestión del desastre, de la crisis humanitaria y del auxilio. Porque si no está garantizado un derecho humano como es el de la libertad, todos los otros desaparecen también arrastrados por la represión. Una represión que ejerce la Junta Militar sobre una población a la que gobierna y a la que, teóricamente, está obligada a proteger.
Creo que, salvando las distancias, en China ha pasado algo parecido. En este caso, veremos cómo actúa el Gobierno chino en las próximas horas respecto a la ayuda humanitaria extranjera. Es posible que no vete su acceso, pero ello no constituiría una evidencia de que el Gobierno de Hu Jintao es totalmente democrático. De hecho, las condiciones vitales en las que se ve obligada a vivir la población de ese país son consecuencia de la política vertical e inflexible de su Gobierno, y son esas precarias condiciones las que pueden haber influido en que las consecuencias del seísmo hayan sido más graves y hayan a fectado a mayor número de población. Es decir, si los inmuebles (viviendas, escuelas y otros edificios destruidos) que han sido la tumba de miles de chinos hubieran sido construidos atendiendo a mayores requisitos de seguridad, problablemente hoy hablaríamos de menos víctimas mortales.
De todos modos, tampoco nosotros estamos libres de pecado, porque nuestra sociedad también margina y vulnera el derecho a la vivienda. Y no es que se trate solamente de que cada vez nos cueste más llegar a fin de mes tras pagar el plazo de la hipoteca o el importe del alquiler. Ni se trata de que tengamos que quedarnos a vivir ad infinitum en casa de nuestros padres porque no tenemos suficiente dinero para independizarnos, que todos sabemos que eso pasa. Lo peor es que cada vez vemos durmiendo en el suelo a más congéneres nuestros cubriéndose con un simple cartón. Y ya no están en chabolas reunidas en los suburbios de nuestras ciudades. Están en la puerta de casa, en el banco del parque o al calor del cajero automático. Ante nuestras narices.
Pero aún más preocupante es que acaben por pasar desapercibidos a nuestras miradas. Porque son tantos y nos duelen tanto, que ya ni los vemos porque mirarlos nos obliga a pensar y, si tenemos algo de corazón, a reflexionar sobre los valores de nuestro sistema y, finalmente, a rebelarnos contra él. Pero están ahí, son personas, no tienen hogar pero sí dignidad.
Deberíamos volver a mirarles y a sonreírles para que, por lo menos, no dejemos que pierdan su dignidad.
A mí me está costando, pero he vuelto a mirar a los ojos al señor que cada día amanece en el rellano de la autoescuela que hay dos calles más allá de mi casa. Creo que mirarle significa devolverle su existencia social y evidenciar que no vivimos en una sociedad justa. Queda aún mucho por hacer.
2 comentarios:
Hola Judith:Cuando estuve en Cuba, allá por el lejano 91, recuerdo a una persona del grupo de turistas con el que viajaba, que le preguntó a la guía..."¿ Y cómo podeis soportar tener que hacer colas eternas para comprar cosas básicas"?...a lo que la guía cubana respondió con otra pregunta" ¿Y cómo soportan ustedes el espéctaculo de mendigos viviendo sin casa en plena calle?"...no seré yo quien defienda las dictaduras, por socialistas que sean, pero en estos 17 años me he acordado muchas veces de esa pregunta.
Si alguna vez el Estado, o la administración o los poderes públicos, o que sé yo... hicieran una lista de sus prioridades, creo que esta tendría que estar la primera del ránking a mucha distancia.
Un abrazo, preciosa.
Esa guía cubana tenía muchísima razón. Hay cada vez más personas sin hogar deambulando a nuestro l ado y la gente finge que no les ve para no sentirse culpable.
No sé qwué estamos haciendo para remediar eso, pero a mí, por lo pronto, al menos se me ocurre sólo ese simple gesto de mirarles y reconocerles como personas para empezar a buscar soluciones reales.
Un beso gigante para el blogero más adicto y con mejores ideas de tooodas las Balears!
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