11 de mayo de 2007

Hablando solos

La vida moderna, es decir, la vida urbana moderna e impersonal, nos sume en la más horrible de las soledades, hasta tal punto que cada vez es más común ver a gente hablando sola por las calles.
Bueno, eso creía yo, hasta que me di cuenta (y de eso hace ya un tiempo largo, que soy un poco marciana, pero no tanto...) de que los que yo pensaba que hablaban solos a voz en grito por las calles, en realidad lo hacían con alguien real a través del manos libres del móvil. Pero, aunque ya sé que tienen un interlocutor al otro lado de los hilos de los auriculares y de las ondas telefónicas, no me acabo de hacer a la idea de esa imagen del ejecutivo agresivo (como decíamos hace unas décadas) hablando a pleno pulmón -con las manos en los bolsillos y mirando al infinito- como si le hablara a alguien que tiene delante.
Que no, que no me hago a la idea, que me parece un poco agresiva hacia el resto de los viandantes esa forma de proceder. Porque cuando uno habla con el móvil en mano, casi siempre procura bajar el volumen, para que todo el autobús no escuche su conversación. O, aunque se alce un poco la voz, la simple posición corporal ya le indica a todo el mundo que esa persona habla por teléfono.
De esta forma,"manos libres con auricular en la oreja y micro a media altura", no. Porque si, por ejemplo, ves a un tipo paseando y hablando solo, te desconcierta y por unos instantes crees que el hombre ha perdido la razón o que el estrés de la "yuppy life" le está matando y ya desvaría.
Pero, en cuanto le ves el cable colgando de la oreja, lo que te inspira es unas ganas terribles de decirle que deje de vociferar y de hacerse el gran businessman, que sus berridos generan contaminación acústica.

En fin, lo único que me alegra de estas situaciones es pensar que aunque la soledad y el aislamiento se ciernen sobre nosotros paradógica y peligrosamente en las grandes ciudades, aún no estamos tan mal como creía.

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