13 de noviembre de 2008

Lo que trae el mar

Cada día llegan a las costas españolas una media de 50 inmigrantes que intentan alcanzar su sueño de felicidad y prosperidad en el Norte. CADA DÍA. Y ésas son las cifras que sabemos, es decir, de los cayucos y /o pateras que son interceptados por las autoridades. Con lo que la realidad es mucho peor; muchas más personas son las que tratan a diario de arribar a tierra europea, arriesgando doblemente su vida: primero a merced de las condiciones de la mar y segundo, a merced de las mafias del contrabando de personas.

Lo que quiero decir con todo esto es, que el hecho de que CADA DÍA leamos en la prensa y en internet estas noticias, oigamos en la radio estas cifras y veamos en la televisión las imágenes de temblorosos inmigrantes sufriendo por la dureza de la travesía, nos hace insensibles a ello. Ese dolor nos empieza a parecer como parte de la normalidad, parte de nuestro paisaje diario. Ya no le damos importancia, como tampoco a los 50 muertos que -de uno u otro bando- caen CADA DÍA en Irak, por poner sólo un ejemplo.

Pero lo trágico del asunto, la paradoja del periodismo, de esa información es que no podemos dejar de hacerla pública a diario, a pesar de que parezca no afectarnos ya la gravedad de los acontecimientos, a pesar de que nos acostumbremos a ellos. Porque si dejamos de leerlos, si dejamos de publicarlos cada vez, dejan de existir para el resto del mundo, para quienes no han sido testigos de ellos. Y si dejan de existir a nivel mediático, el sufrimiento real de los protagonistas... pues tampoco existe. Y entonces su voz, la injusticia de la que son objeto y que denuncian... pues también se hace invisible y muchos más como ellos pueden ser víctimas de injusticias similares.

Hemos de tratar de no perder esa capacidad de sorpresa y de sentir el dolor ajeno. Hemos de buscar identificarnos con los problemas del otro porque en realidad son los nuestros. Y el buen periodismo debe orientarse en esa senda, porque desde ahí es que cobra verdadero sentido su labor. Ahí está su esencia. Yo sigo llorando al ver muchas noticias de los telediarios y no estoy dispuesta a cambiar de canal.

2 comentarios:

Yago dijo...

La verdad es que tienes toda la razón del mundo, Judith, pero es difícil. Personalmente, todavía me sobresalto con muchas cosas de las que veo en el telediario pero es inevitable que otras, por repetidas, no afecten de la misma forma. Son esos mecanismos de defensa frente al dolor emocional de nuestros propios problemas y dramas. Hay que seguir contando las cosas y hay que seguir denunciando las injusticias pero quizá habría que replantearse el cómo y la frecuencia para que nos sigan alcanzando de forma efectiva.

Judith dijo...

Completamente de acuerdo. La razón por la cual estamos como inmunizados ante muchos de esos dolores del Mundo es la forma en cómo se nos cuentan, casi siempre de forma parcial y hablando solamente de cifras sin acercarnos al sufrimiento de la spersonas. O, por el contrario de un modo completamente amarillista, sensiblero o haciendo "pornomiseria".
En fin, cosas que se me pasan por la cabeza.