Marjorie tiene 6 años y Yuan, 5. Son primitos y viven en casas contiguas, en la Vereda de La Milagrosa, en Inzá, en Tierradentro (Colombia). Son unos niños increíbles y fueron mis guías y compañeros cuando fui de visita a su escuela para presenciar la práctica de un trueque de productos alimenticios entre los alumnos de todos los cursos.
Son inteligentes, divertidos y, cuando les presté mi cámara de fotos digital para que praticaran y vieran al instante el producto de su creatividad, resultaron ser unos fotógrafos excepcionales de su entorno.
A los dos, y a todos los niños de la esa vereda, les he prometido volver algún día -y espero que más pronto que tarde- para enseñarles el documental que haya podido componer con todas las imágenes recogidas a lo largo de mi estancia en el Cauca. Pero es que no sólo se trata de una simple promesa, es mi voluntad total regresar porque toda la gente que me ha recibido, que ha acogido en su hogar a la que para ellos era una desconocida, son sencillamente personas maravillosas.
Marjorie se sorprendió al verme utilizar un pañuelo de papel porque estaba resfriada y, cuando le ofrecí uno para que ella lo usara porque también lo estaba, me preguntó cómo se empleaba y fue feliz. Y a la mañana siguiente volvió en busca de otro. Pero yo fui aún más feliz por poder ponerla a ella contenta con algo tan sencillo.
Eso es lo que me gusta de mi viaje, redescubrir la sencillez de la vida, la bondad intacta que reside todavía en muchas personas. Podría decir que por fin sé cuál es el sentido de todo esto: recuperar la confianza en la vida y la fe en el individuo. Y a pesar de lo difícil de la situación vital en Colombia, en las pequeñas existencias personales, muchas veces lejos de la ciudad, el espíritu de las personas sigue siendo inocente. Eso me hace pensar todavía con más fuerza que las felicidad es posible.
Son inteligentes, divertidos y, cuando les presté mi cámara de fotos digital para que praticaran y vieran al instante el producto de su creatividad, resultaron ser unos fotógrafos excepcionales de su entorno.
A los dos, y a todos los niños de la esa vereda, les he prometido volver algún día -y espero que más pronto que tarde- para enseñarles el documental que haya podido componer con todas las imágenes recogidas a lo largo de mi estancia en el Cauca. Pero es que no sólo se trata de una simple promesa, es mi voluntad total regresar porque toda la gente que me ha recibido, que ha acogido en su hogar a la que para ellos era una desconocida, son sencillamente personas maravillosas.
Marjorie se sorprendió al verme utilizar un pañuelo de papel porque estaba resfriada y, cuando le ofrecí uno para que ella lo usara porque también lo estaba, me preguntó cómo se empleaba y fue feliz. Y a la mañana siguiente volvió en busca de otro. Pero yo fui aún más feliz por poder ponerla a ella contenta con algo tan sencillo.
Eso es lo que me gusta de mi viaje, redescubrir la sencillez de la vida, la bondad intacta que reside todavía en muchas personas. Podría decir que por fin sé cuál es el sentido de todo esto: recuperar la confianza en la vida y la fe en el individuo. Y a pesar de lo difícil de la situación vital en Colombia, en las pequeñas existencias personales, muchas veces lejos de la ciudad, el espíritu de las personas sigue siendo inocente. Eso me hace pensar todavía con más fuerza que las felicidad es posible.
2 comentarios:
Inspiradora Judith (lamento que suene a Encarna de noche!), te leo y redescubro que venir al norte de Europa durante ya un año y medio se me resume dentro con alguna de tus palabras: recuperación de la confianza en la vida y de la fe en el individuo... Quiero evitar generalizar pero ¿qué le pasa a Barcelona? En fin... hogar, dulce hogar, allí esperamos volver...
Inspiradora vital Eva, yo también espero que volvais, pero sé que eso es egoísta por mi parte, si es que vivir en Dinamarca os hace felices. Pero volved!! ;)
Y tienes razón, algo le pasa a Barcelona y no es bueno, aliena a las personas, lamentablemente
Besos también a los 3 chicos de la casa!!!!
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